sábado, 8 de abril de 2017

Genealogía: Sindrome del Yacente

EL SÍNDROME DEL YACIENTE
EL GEMELO PERDIDO (Evanescente)


El síndrome del yacente. lo popularizó el Dr. Salomon Sellam, experto en psicosomática clínica, en su libro El síndrome del yacente, un sutil hijo de reemplazo.

La historia de Jesús. (Cuando lo lean hagan las relaciones con su propia vida.) Muchos se identificarán con algo de la historia.


Hace un frío del carajo pero brilla el sol y las estrellas están más cerca.
69 años después Jesús (que no Jesucristo) ha resucitado. Ahora lo explico.


Desde pequeño he tenido una sensación extraña de sentir y hacer, a veces, cosas que no venían a cuento de nada, inexplicables… y que siempre he tenido la necesidad de explicármelas.
Recuerdo ahora cuando hace años fui a un médico “raro” y me habló de que en el vientre de mi madre hubo un gemelo compartiendo líquido amniótico conmigo y que murió a los pocos meses de ser concebido, antes de que mi madre diera a luz (diera luz, curioso). Yo desconocía este hecho por completo pero cuando me lo contó aquel médico me produjo un escalofrío, me removió por dentro. Y pensé: ¿por qué cojones esto me remueve si puede que sea una mentira como una casa? Pregunté después a mi madre pero ella no recordaba nada de eso, ningún gemelo, ningún aborto natural, nada. Yo me quedé con la mosca detrás de la oreja…hasta hoy.
Estos últimos meses he seguido ahondando en mi árbol genealógico y un tal Jesús, el segundo hijo y único varón de mis abuelos maternos empezó a llamar mi atención con fuerza. Jesús murió a los 18 meses de meningitis. Él es el segundo hijo, yo también. Y hoy, por fin, (cagon la leche la de vueltas que he tenido que dar) he descubierto que murió el mismo día y mes en el que yo nací, algo que sabía que iba a ser así. Lo supe tras leer sobre el síndrome del yaciente, este explica que los yacientes duermen con las manos cruzadas sobre su pecho como si estuvieran muertos, que en ellos hay una tendencia hacia la tristeza, que les molestan los ruidos y cualquier luz cuando van a dormir, que sus dormitorios son como tumbas (gracias Perro por recordármelo) donde velan por un muerto en SILENCIO, etc… Ese muerto es real. Según esto en todo yacente hay un familiar que ha fallecido antes de que el yacente nazca. Esa muerte ha sido una tragedia y, por lo que sea, no fue aceptada e integrada.
Recuerdo a mi abuela materna (gracias por las pistas que me vas dejando) cuando íbamos mi hermano y yo a comer a tu casa. Nos ponías una rica merienda y te quedabas mirándome, solo a mi, como ida. Yo me sentía incómodo ante esa mirada en la que parecías poner todo tu ser: tus esperanzas, tristezas, sueños, miedos... Yo no sabía de que iba todo eso pero me hacías sentir muy extraño. Era una sensación de carga, de mucha carga. Hoy entiendo que a quien mirabas era a tu hijo muerto. Para tu inconsciente yo era tu Jesús. Recuerdo cómo besabas, con una fuerza desmedida, con un exceso de cariño; de hecho, me hacías daño con tu barbilla huesuda al apretarme contra ti... como si quisieras meterme en tus entrañas por siempre para así protegerme de cualquier mal. Besos que ahogan, “amor” que asfixia, “amor” con protección pero sin permiso para irse.
Es normal aceptar la muerte de, por ejemplo, un abuelo ya mayor. Nos pone tristes pero tarde o temprano termina por integrarse y nos permite seguir con nuestras vidas. Pero la de un hijo a los 18meses!! ¿Cómo administrar semejante drama? ¿Cómo digerirlo, abuela, cuando ni siquiera tenías tiempo para ello? ¿Cómo cuando tus circunstancias no te permitían la tristeza, la rabia, la explicación… cuando tenías que ser fuerte? ¿Cómo se enfrenta a esto una madre sin madre desde pequeña? ¿Cómo se hace el duelo de un hijo cuando uno mismo no puede hacerlo? ¿Cómo descargar emociones tan intensas, cómo aliviar esas emociones que no han podido vivirse plenamente?
Pues dando a luz a otro hijo.
Ese hijo fue mi madre, que nació un día antes que yo. Pero mi madre salió mujer y mi abuela quería un varón pero tenía tanto miedo que prefirió no arriesgarse porque su inconsciente sabía perfectamente qué había pasado, por qué había muerto Jesús.
Después de mi madre vinieron otras 4 hijas. Por cierto, todas se llaman María, menos una, Tomasa, que curiosamente es la única que también sufrió meningitis provocándola alguna secuela en la visión.
Así que la cosa se postergó para la siguiente generación. Mi hermano era sobre todo cosa de mi padre y él, con su propia historia, depósito en él, lo incompleto de él. Y mi madre, claro, depósito en mi a Jesús, entre otras cosas, y para dejármelo claro me trajo al mundo (bueno, el inconsciente del clan familiar) el mismo día que Jesús murió. Así que soy el duelo no completado de Jesús, la emoción no permitida de Jesús, la continuación de un suceso inaceptable e injustificable para una madre, el regalo del clan, el acto de amor con el que equilibrar lo desequilibrado.
Joder, ahora entiendo mejor los fuertes dolores de cabeza con fiebre hasta los 40 que tenía de pequeño, entiendo por qué me siento triste el día de mi cumpleaños y por qué algunos los he pasado solos, como si no pudiera permitirme estar alegre… ¿Cómo voy a estar alegre en un entierro? Si fuera irlandés otro gallo cantaría. Ahora entiendo los trabajos que he elegido…, sueños que he tenido… y tantas cosas… como mi vicio desmedido hacia la bici que tuve unos años. Os lo juro hubo 2 años de mi vida que si me hubieran prohibido montar en bici me hubiera pegado un tiro porque era, no se por qué, mi leitmotiv, o si me la hubieran robado entonces y hubiera pillado al pavo lo hubiera desnucado allí mismo. Curiosamente a Jesús, cuando se ponía malo, lo llevaban en bici al médico, rápido, claro. ¿Y sabéis en qué era bueno yo con la bici? En los sprints, pura velocidad.
Ahora te entiendo, Jesús. Sé que el miedo de tu madre te ahogó. Yo mismo estuve a punto de hacer lo mismo, como cuando casi me ahogo en el mar. Sé que moriste porque había demasiada presión, demasiada carga puesta en ti. Sé parte de la historia de la central eléctrica, la cantidad de pasta que aquello generaba y la cantidad de herederos que empezaban a salir como setas. Sé que querían un varón TREMENDO (como apodaban a tu abuelo materno y quien fundó la central), un varón con las pelotas más grandes del mundo para poner en su sitio a todos, incluida a tu propia madre, que hacía negocios y cuidaba hijos, que se quedó sin madre siendo ella pequeña, que tuvo que aprender sola a ser madre. ¿Cómo un hijo enseña a una madre a ser madre?
Jesús, escucha bien ahora esto que voy a decirte: tu madre no quería que te pasara lo que le pasó a ella, no quería que te quedaras sin madre. Ese era su gran miedo, y, ya ves, se quedó sin hijo. Ese fue el regalo que tu abuela hizo a tu madre a través de ti, el gran acto de amor tuyo, sobre todo tuyo: que tu madre viviera esta experiencia de pérdida para que dejara de echar la culpa a su madre por haberse ido y dejarla sola ante la inmensaidad de la vida.
Abuela: no, la culpa de que muriera tu hijo no fue tuya, la culpa de no haber evitado la muerte de tu hijo por no estar vigilante o no llegar a tiempo no fue tuya. Perdónate y perdonarás a tu madre.
Según el Libro hay nueve etapas en el duelo:
negación
regateo
cólera /tristeza
tristeza/cólera
explicación
comprensión
integración emocional
aceptación, perdón
reinvertir en la vida, retomar


Mi familia anda dando vueltas entre la 1 y la 4. Yo rulo más por la 5 y 6 y ahora empiezo a dar pasitos por las demás. Pero no solo me refiero a la muerte de Jesús sino a todo. Es decir, yo durante muchos años he estado bloqueado en la explicación, en tratar de explicarlo y comprenderlo todo. Leyendo, escribiendo, pensando, yendo a cursos-conferencias a cada cual más rara, haciéndome preguntas que llevan a otras y a otras, la clase de peña con la que me relaciono… encadenado a lo mental sin acabar de pasar al cuerpo. Ni siquiera la cantidad de deporte que he hecho me ayudó a ello. Creo que precisamente el deporte fue la válvula de escape para escapar del mismo cuerpo, es decir, de la emoción allí preinstalada y así no soltarla.
El otro día, tras una serie de movimientos reveladores respecto a mi lateralidad me quedé triste, de pronto. Aquello no tenía que ver con lo de mi historia con la zurdez, por eso estaba feliz, pero la contradicción era que había otra cosa más fuerte merodeando. Bueno, que salga dije… y salió y empecé a encontrar información de Jesús y más y más y todas esas casualidades causales que se producen cuando uno está en el camino.
Así que Jesús, voy a ir a verte al cementerio dentro de poco, te llevaré un regalo, jugaremos y charlaremos y aceptaré que tu cuerpo ya no está aquí y pondremos en sintonía el inconsciente con el consciente porque estoy hasta las pelotas de dormir en un sepulcro. Y que sepas que voy a aprender a bailar salsa.
Jorge


Fuente: Mechi Cartier. Ejercicios desprogramadores


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