Y un día cualquiera, soltaste los remos. Saltaste del barco y abandonaste la lucha. Barajaste y diste de nuevo. Volviste a elegir. O ciertamente empezaste a hacerlo.
Ni vos mismo comprendés cuándo y porqué empezás a entregarte sólo a lo que sucede inevitablemente y dejás de lado, lo que te demanda esfuerzo. Comprendés la realidad de un modo distinto. Esperás lo diferente.
Te dedicás a crear los momentos que querés vivir, dejando de esperar que los momentos te construyan a vos. Ese día, aceptás al otro como es, porque asumís simplemente que es Otro. No peleás mas. Dejás de enojarte
De enroscaste. De pedalear.
No tenés más ganas de rodearte de gente que te la complica, que te gasta, que te consume.
Volvés a armar tu mundo. Esta vez, desde el corazón y dejás la razón para otras cosas que la necesitan.
Y así empezás a escribir tu propio cuento. Distinto al que leíste antes. Nuevo. Tuyo.
Ya no importa si te une la historia, la sangre o los hermosos momentos compartidos.
De repente ya no te da lástima perder lo que no te suma, porque te das cuenta que simplemente, no te suma. Entonces te convencés y les explicas a todos que ya estas de vuelta.
Lo decís casi con un agobio placentero de haberte dado cuenta que llegó el momento de darte esos permisos. Pensás que es la cuenta regresiva. Que es el cansancio, las frustraciones, las decepciones, los dolores, la edad y las experiencias, lo que te hacen valorar lo que verdaderamente importa y restarle importancia a las cosas que te hacen mal y que te complican la historia.
Pero no. No estás de vuelta. Estás mas de ida que nunca.
Hoy, sabés para dónde vas. Lo que necesitás. Lo que querés. Te encontraste con que un día despertaste y ahora querés saber como se vive despejado y despojado de todo lo no te pertenece.
Aprendiste a decir no, gracias. Y también aprendiste a decir sí, quiero. Naciste otra vez.
Dejaste de ser tu viaje para convertirte en tu destino.
De vuelta no. Más de ida que nunca. No creas como la oruga que se acerca el final. No te olvides que esa oruga después de un tiempo, se transformó en mariposa.
Si, como vos. Porque a vos tampoco se te acercaba el final. Al contrario. Se te acercaba un nuevo nacimiento. Y sin darte cuenta y como quien no busca la cosa, te llegó el día de mirar en el espejo y ver dibujada una tremenda y hermosa mariposa.
Fíjate. Mirá bien. Abrí las alas. Sos vos. Si. Sos vos. Dale. Volá.
Ni vos mismo comprendés cuándo y porqué empezás a entregarte sólo a lo que sucede inevitablemente y dejás de lado, lo que te demanda esfuerzo. Comprendés la realidad de un modo distinto. Esperás lo diferente.
Te dedicás a crear los momentos que querés vivir, dejando de esperar que los momentos te construyan a vos. Ese día, aceptás al otro como es, porque asumís simplemente que es Otro. No peleás mas. Dejás de enojarte
De enroscaste. De pedalear.
No tenés más ganas de rodearte de gente que te la complica, que te gasta, que te consume.
Volvés a armar tu mundo. Esta vez, desde el corazón y dejás la razón para otras cosas que la necesitan.
Y así empezás a escribir tu propio cuento. Distinto al que leíste antes. Nuevo. Tuyo.
Ya no importa si te une la historia, la sangre o los hermosos momentos compartidos.
De repente ya no te da lástima perder lo que no te suma, porque te das cuenta que simplemente, no te suma. Entonces te convencés y les explicas a todos que ya estas de vuelta.
Lo decís casi con un agobio placentero de haberte dado cuenta que llegó el momento de darte esos permisos. Pensás que es la cuenta regresiva. Que es el cansancio, las frustraciones, las decepciones, los dolores, la edad y las experiencias, lo que te hacen valorar lo que verdaderamente importa y restarle importancia a las cosas que te hacen mal y que te complican la historia.
Pero no. No estás de vuelta. Estás mas de ida que nunca.
Hoy, sabés para dónde vas. Lo que necesitás. Lo que querés. Te encontraste con que un día despertaste y ahora querés saber como se vive despejado y despojado de todo lo no te pertenece.
Aprendiste a decir no, gracias. Y también aprendiste a decir sí, quiero. Naciste otra vez.
Dejaste de ser tu viaje para convertirte en tu destino.
De vuelta no. Más de ida que nunca. No creas como la oruga que se acerca el final. No te olvides que esa oruga después de un tiempo, se transformó en mariposa.
Si, como vos. Porque a vos tampoco se te acercaba el final. Al contrario. Se te acercaba un nuevo nacimiento. Y sin darte cuenta y como quien no busca la cosa, te llegó el día de mirar en el espejo y ver dibujada una tremenda y hermosa mariposa.
Fíjate. Mirá bien. Abrí las alas. Sos vos. Si. Sos vos. Dale. Volá.
Lorena Pronsky
Ilustración : Cáceres Luna
No hay comentarios:
Publicar un comentario