La teoría de los Septenios de Rudolf Steiner:
Esto es muy interesante. El planteamiento de Rudolf Steiner es una cosmovisión espiritual del ser humano, de aplicación en la educación, en la medicina, en la arquitectura, las artes, etc.
Los septenios es el estudio biográfico de las personas cada 7 años, y el estudio del temperamento. El desarrollo puede verse tripartitamente, hablando de maduración física, maduración anímica y maduración espiritual.
Esto quiere decir que en los primeros 3 septenios (de 0 a 7 años, de 7 a 14 y de 14 a 21) lo primero es la consolidación del cuerpo físico de la persona, y la temática central es el conocer la vida. Luego, con nuestros órganos y cuerpo ya consolidados, comienza el desarrollo anímico, entre los 21 y 42 años. Lo que prima en esta etapa es la aceptación de la vida y trabajar en lo que uno vino a aportar a este mundo. Finalmente, entre los 42 y los 63 (y en adelante) encontramos el periodo del desarrollo espiritual, donde comienza la recapitulación de la vida, donde el alma se pone en servicio del Yo, para que él pueda expresarse, junto a las virtudes de la humildad, la aceptación y el amor.
En resumen, la Antroposofía (asi se conoce) nos plantea un camino evolutivo de nuestro desarrollo humano, dividiendo nuestra estadía en el mundo en tres etapas: nacer y desarrollar nuestro vehículo en el mundo que es nuestra corporalidad; luego, aceptar nuestra realidad y aportar al mundo lo que vinimos a entregar; para finalmente, poder expresar nuestro espíritu y sus cualidades en el mundo.
Primer Septenio: 1 a 7 años.
En este septenio nace el cuerpo físico del bebé, siendo muy importante la gestación de este mismo. Son fundamentales dos procesos que ocurren alrededor de los 3 meses: primero es el desarrollo psicomotor del niño, y segundo, las enfermedades que pueden entenderse como una guerra de vida y muerte: es común que los niños tengan altas fiebres, ya que a través de esto el niño transforma sustancias de la madre en sustancias propias. La antroposofía plantea que mientras más fiebre tenga el infante cuando chico, más probabilidades de no padecer enfermedades autoinmunes cuando grande. Continuando con el desarrollo psicomotor, es fundamental también el momento en que comienza a caminar erguido, ya que es una manifestación de la individualidad del niño, de su yo individual. El órgano que prima en este septenio es el sistema nervioso, ya que a través de él va desarrollando las habilidades perceptivas, tanto con la imitación, el tacto, el movimiento, el equilibrio. Para poder fomentar esto es fundamental instar el juego con el niño. Otro elemento fundamental es el dar calor, ya que este posee una doble funcionalidad: primero, en el nivel físico esto se vivencia como protección, y en un nivel anímico esto se vive de tal manera que el niño siente que es importante para el adulto, lo que va otorgándole confianza en el medio externo, que finalmente conlleva a poseer un buen nivel de autoconfianza. Finalmente, la antroposofía plantea que es fundamental que el pequeño vivencie su realidad según esta frase: “El mundo es bueno”, donde pueda explorar, jugar y vivenciar de manera positiva y confiable el mundo que lo rodea.
Segundo Septenio: 7 a 14 años.
Alrededor de los 6 años el niño comienza a perder sus dientes de leche: esto nos indica el comienzo de cambio de septenio y que el sistema nervioso del niño ya está desarrollado y listo para comenzar la escolaridad. En este septenio se comienza a forjar el temperamento, el cual puede ser colérico (fuego), sanguíneo (aire), melancólico (tierra), o flemático (agua)…. Cada temperamento tiene rasgos de comportamiento determinado, una forma de vincularse con el mundo, de vivenciar las experiencias, entre muchas otras cualidades. Otro aspecto fundamental de este septenio es la habilidad o posibilidad de comenzar a adquirir hábitos, que abarcan más que dormir, comer o trabajar, sino que pueden ser hábitos de respeto, de no criticar, de comprender y saber perdonar, entre otros. Es fundamental entonces poder fomentar y cultivar estos hábitos, tanto por parte de los padres como de los profesores. Alrededor de los 9 años comienzan lo que se denomina los sentimientos del yo, lo que abre al niño hacia un mundo de polaridades a partir del sentir: sentir simpatía y antipatía, sentir el yo afuera y el yo adentro y de esta manera comenzar a experimentar sentimientos. Esto puede diferenciarse claramente con los niños más pequeños, donde todo es de todos: aquí comienzan los límites de la polaridad. Finalmente es muy posible que haya una búsqueda espiritual.
Tercer Septenio: 14 a 21 años.
En este septenio la antroposofía plantea que hay una diferenciación entre niños y niñas en su comportamiento: ellas, las niñas, se ponen introvertidas, mientras que ellos comienzan en una etapa de rebeldía. Recordemos también que Steiner es del año 1900, por lo que hemos pasado por bastantes cambios socioculturales que pueden marcar una diferencia hoy en día, pero en rigor ese es el planteamiento descrito por la antroposofía. En esta etapa hay un énfasis en el pensar para poder conocer el mundo: antes el niño solo hacía registros, mas ahora lo procesa y lo debate más activamente. También comienzan a buscar conscientemente a los amigos que quieren tener. Que los jóvenes posean una aproximación a la música también es muy común en este ciclo, ya que lo hacen como una manera de religar con la espiritualidad de forma más sutil. Un evento gatillante y fundamental es que a los 18 años y medio ocurre el primer nodo lunar: estos son estancias cósmicas donde el sol, la luna y la tierra están en la misma ubicación que cuando nacimos. Este nodo nos trae un cuestionamiento de “¿qué vine hacer en esta vida?”. Esta inquietud podría explicar la gran taza de disidencia de estudiantes universitarios de primer año de esta edad, que entran en una carrera sin tener claro que quieren hacer, cambiándose de elección hacia una más acorde con su vocación.
Cuarto Septenio. 21 a 28 años.
Este es un septenio de experimentación: de tener experiencias variadas, tanto como diferentes viajes hasta diferentes trabajos. Hay una búsqueda de validación a través de los amigos y de la carrera. Se hace énfasis en la calma interior, donde, a través de ella, vamos a ir adueñándonos de los espacios que habitamos. Esto quiere decir, que a través de un proceso de estabilización, vamos a poder amoldarnos a los límites que vamos a ir conociendo en este mundo que se abre, ya fuera de la escolaridad y de lo conocido. A los 28 años comienza una crisis de los talentos, que es cuando cesa la inspiración y comienza la transpiración. Esto quiere decir que los eventos que antes universalmente se iban dando fácilmente, dejan de fluir, siendo necesario más esfuerzo de parte de uno para lograr los objetivos. Recordemos que los tres septenios anteriores eran los septenios corporales, donde estábamos más protegidos, mientras nuestra corporalidad se iba desarrollando. En cambio en el cuarto septenio ya comenzamos los septenios anímicos, donde es momento de hacerse cargo de la vida con lo forjado anteriormente, a empoderarnos a partir de nuestro propio mérito y esfuerzo, ya que ahora dependemos solamente de nosotros mismos, como si fuera un empujón del universo hacia la adultez. Es un buen momento para plantearnos el cómo vivenciamos al mundo y cómo nos vivenciamos a nosotros mismos, siguiendo el planteamiento anterior de ir en un camino hacia la adultez y hacia el hacerse cargo.
Quinto Septenio. 28 a 35 años.Este septenio es el situarse en el lugar exacto donde uno realiza aquello que vino a hacer, junto a las personas con las que tenemos que llevarlo a cabo. Se puede apreciar que este ciclo está en la mitad de los septenios del cuerpo y del espíritu, lo cual produce una vivencia de Aquí Estoy Yo: se sitúa el ego terrenal en la tierra y comienza una nostalgia por lo no vivido, pero al mismo tiempo una apertura hacia la espiritualidad.
Sexto Septenio: 35 a 42 años.
Este septenio nos trae el segundo nodo lunar, el cual llega a los 37 años. Esta vez nos hace cuestionarnos si estamos haciendo lo que tenemos que hacer en esta vida: despierta, o nos remueve, el concepto de autenticidad, que es el poder reconocer que hay problemas, que no somos perfectos; nos permite asumir lo que está pasando alrededor de nosotros y poder hacernos cargo de ello. En este periodo se vivencia frecuentemente el perdón hacia los padres, y paralelo a estas vivencias comienza también el decaimiento del cuerpo físico. La tarea fundamental es que nuestra alma no decaiga con el cuerpo, sino empoderarnos con este proceso, de tal manera que lo tomemos como una oportunidad: mi cuerpo decae, pero mi alma aflora, preparándonos para el siguiente ciclo de septenios, el ciclo espiritual.
Séptimo Septenio: 42 a 49 años.
Aquí comienza el desarrollo de los septenios espirituales, lo que nos trae fundamentalmente la habilidad de poder mirar más de lejos las cosas, sin quedarnos atrapados en ella: se pueden separar los hechos más fácilmente, con objetividad y desapego. Hay una energía movilizadora, que da fuerza para resolver inquietudes del septenio anterior, abriendo nuevas vías de creatividad para responder si estamos haciendo lo que tenemos que hacer. Otra energía creativa que se da de manera paralela es el comienzo de la menopausia, que puede manifestarse fundamentalmente en dos vías de creación: la primera, la mujer tiene su último hijo a esta edad. O la otra resolución hacia esta energía es el tener otras profesiones, otros trabajos, crear proyectos, iniciar otras empresas, entre otras. Esto puede entenderse también como un brote de energía creativa, que mantiene activa y vigorosa a la persona, tanto hombre como mujer, en este septenio, lo cual cabría como resolución del nodo lunar del septenio anterior. Finalmente ocurre un contraste muy importante con la juventud, por lo que es común ver padres y madres que comienzan a competir con sus hijos, para no vivenciar esta decadencia corporal natural del ser humano.
Octavo Septenio: 49 a 56 años.
En esta etapa de nuestra vida surge una nueva cordialidad, es decir, una nueva manera de que el corazón se vincula con el mundo, fundamentado desde el compromiso y la compasión; ellas son nociones más elevadas de vincularse, las cuales nos demuestran la presencia del espíritu en esta etapa de vida. Aquí uno se entrega hacia el otro, ya que en el pasado nos estábamos formando para poder hacerlo en su totalidad. A los 55 años y medio ocurre el tercer nodo lunar, que nos presenta una energía de introspección hacia dos puertas de autoconocimiento: la primera es el cuestionamiento de que si hicimos lo que teníamos que hacer, y la segunda es qué podemos hacer todavía.
Noveno Septenio: 56 a 63 años.
En este septenio es frecuente una búsqueda hacia la soledad, que trae su sabiduría espiritual. Esto nos permite también hacer una síntesis de lo vivido en los anteriores septenios. Dos crisis pueden ser fundamentales en este septenio: la primera es a nivel de los vínculos: conflictos en la sociedad que conformamos nuestra biografía, tanto familia, hijos, compañeros. Si los conflictos que surgen aquí, por ejemplo, como la partida de los hijos de la casa, no son superados, una depresión puede manifestarse. La segunda crisis deviene, de una apertura de conciencia por el espíritu, que llama a despertar, manifestándose en la búsqueda de la justicia, la verdad, de la libertad, o de la fraternidad. De esta forma, lo que busca este despertar espiritual, es poder manifestarse en la persona a través de la acción, de la presencia, de la voluntad, para que así pueda estamparse en la vida de la persona de forma activa, desplegándose en su día a día: superar las crisis biográficas anteriores, va a ser imperativo para que pueda manifestarse el espíritu sin ataduras ni temores; sin conflictos actuales en nuestra existencia terrenal, para poder así desarrollar la esencia espiritual.
Décimo Septenio: 63 a 70 años.
Undécimo Septenio: 70 a 77 años.
Duodécimo Septenio: 77 a 84 años.
Decimotercero Septenio: 84 a 91 años…..
De acuerdo con las leyes del desarrollo humano en las que se basa el trabajo biográfico, se trabaja con periodos de 7 años cada uno o septenios:
La vida del hombre en la Tierra se desenvuelve en etapas de siete años. Al comienzo de cada período nuevo de siete años se le abren nuevas posibilidades que no eran posibles antes:
• Los tres septenios del cuerpo:
-Los primeros siete años se dedican a construir el cuerpo físico
-Los siete siguientes al cuerpo etérico
-De los 14 a los 21 al cuerpo astral. Por eso la adolescencia es tan difícil: los deseos y emociones encuentran sus medios de expresión física en el cuerpo, mientras que el Yo que tiene que controlar estos elementos no ha nacido todavía .El Yo se encarna a los 21 años. Su primera tarea es dominar el cuerpo astral y vivir de manera consciente a través de la vida del sentimiento y de la emoción que antes era incontrolable.
• Los tres septenios del alma:
-De los 21 a los 28 años el ser humano tiene la oportunidad de desarrollar el alma sensible
-De los 28 a los 35 años el ser humano desarrolla el alma racional.
-Desde los 35 años hasta los 42: ha llegado el momento de incorporar el alma consciente.
Si se han pasado estas etapas de manera constructiva y se han realizado las nuevas capacidades, el hombre ha alcanzado el umbral de la madurez.
• Los tres septenios del espíritu:
-De los 42 a los 49: el principiante.
-De los 49 a los 56: el nacimiento del maestro interior.
-De los 56 a los 63: camino a la sabiduría.
Todas las edades de transición (42, 49, 56 y 63), son de especial importancia, hasta que a los 70 años se acaba en cierto sentido el desarrollo vital, y los años que siguen ofrecen la oportunidad de poner la sabiduría adquirida a disposición del mundo, y prepararse en conciencia para la vida después de la muerte y la nueva encarnación que seguirá.
A lo largo de nuestra vida nos esperan nuevas posibilidades que nos serán provistas. En una vida ideal, se haría un uso pleno de cada nuevo regalo, se estaría preparado para el próximo cuando llegara la hora, y se crecería en sabiduría, madurez y habilidad para poner los frutos de nuestra sabiduría a disposición de los semejantes, especialmente a partir de los 35 años, cuando ya no debamos estar tan preocupados por nuestro desarrollo personal como en la primera mitad de nuestra vida.
En la primera mitad de la vida deberíamos ocuparnos de desarrollar el instrumento en que se convertirá nuestro ser maduro. En la segunda mitad (35 a 70) estamos en la parte iluminada por el espíritu, más que atada al cuerpo, y nuestra primera obligación es hacia los otros.
A partir de los 70 deberíamos dedicarnos íntegramente al cuidado de los demás, y cualquier sabiduría, percepción o nueva iluminación espiritual que podamos obtener será para otros.
(extraidos de dos articulos sobre Rudolf Steiner)