Diferentes tipos de ira: la adecuada, y la desmesurada
Steven Campbell
1. Alguien me ataca o comete una injusticia conmigo, por lo que reacciono de manera correspondiente: con rabia e ira. Esta ira permite que me defienda o me imponga vigorosamente. Me capacita para actuar, es positiva y me fortalece. Esta ira tiene un motivo concreto, siendo, por tanto, adecuada. Se apacigua en cuanto alcanza su meta.
2. Me enfurezco o enojo porque me doy cuenta de que no he tomado lo que hubiera podido o tenido que tomar, que no he exigido lo que hubiera podido o tenido que exigir, o que no he pedido lo que hubiera podido o tenido que pedir. En vez de imponerme y tomar o conseguir lo que me falta, me enfurezco o enojo con las personas de las que no tomé o exigí o pedí, aunque hubiera podido o tenido que tomar, exigir o pedir. Esta ira sustituye el actuar y aparece como consecuencia de los actos omitidos. Por tanto, paraliza, incapacita, debilita y, frecuentemente, dura mucho tiempo.
La ira como rechazo del amor tiene efectos similares. En vez de expresar mi amor, aún me enfurezco con aquéllos que amo. Esta ira se remonta a la infancia si se desarrolla como consecuencia de un movimiento interrumpido hacia uno de los padres. Posteriormente, al darse situaciones similares, la ira repite la vivencia temprana, sacando de ella su fuerza.
3. Estoy enojado con una persona porque he cometido una injusticia con ella sin querer admitirlo. Con esta ira me resisto a asumir las consecuencias de una culpa, pasándosela al otro. También esta ira sustituye mi propio actuar, permitiéndome permanecer pasivo, paralizando y debilitándome.
4. Alguien me da tanto de bueno y grande que me resulta imposible devolvérselo. Eso es difícil de soportar. En consecuencia, me resisto al dador y a sus dones enojándome con él. Esta ira se expresa en forma de reproche, por ejemplo de los hijos contra los padres. Así, sustituye el tomar, el dar las gracias y el actuar, dejando a la persona paralizada y vacía. También es posible que se exprese como depresión, que sería la otra cara del reproche. También ella sirve para sustituir el tomar y el dar las gracias y el dar, dejando a la persona paralizada y vacía. Asimismo, esta ira puede expresarse como dolor interminable después de una separación, cuando aún les debo a los muertos o separados el tomar y el dar las gracias o, como sería el caso en la tercera forma de la ira, el asumir mi propia culpa y sus consecuencias.
5. Algunos sienten una rabia que adoptan de otros y en lugar de éstos. Así, por ejemplo, cuando en un grupo un participante reprime su propia rabia, al cabo de un tiempo, otro miembro del grupo se enfurece, en la mayoría de los casos el más débil, que no tenía ningún motivo para hacerlo. En una familia, este miembro más débil sería un niño. Cuando, por ejemplo, la madre está resentida con el padre, reprimiendo, sin embargo, su rabia, uno de los hijos se enfadará con él.
Frecuentemente, el más débil no sólo se convierte en portador de la ira, sino también en su blanco. Cuando, por ejemplo, un empleado se enfurece con su jefe, reteniendo, sin embargo, su ira, frecuentemente la dirigirá contra una persona más débil; o cuando un hombre se enfurece con su mujer, reteniendo, sin embargo, su rabia, en su lugar lo pagará un hijo.
Muchas veces, la ira no sólo es transferida de un portador a otro, por ejemplo, de la madre al hijo, sino también se transfiere en su orientación, de una persona fuerte a otra, débil. En un caso así, una hija no dirige contra el padre la ira adoptada de su madre, sino contra alguien con el que se siente capaz de enfrentarse, por ejemplo, su propio marido. Asimismo, en un grupo, la ira adoptada no se dirige contra la persona fuerte a la que apuntaba en un principio, por ejemplo el coordinador del grupo, sino contra un miembro débil, que se convierte en chivo expiatorio en lugar de la persona fuerte.
En la ira adoptada, los perpetradores están fuera de sí, sintiéndose fuertes y justificados; en realidad, sin embargo, actúan con fuerzas ajenas defendiendo derechos ajenos, por lo que permanecen ineficaces y débiles. También las víctimas de la ira transferida se sienten fuertes y justificados al saber que sufren injustamente. Pero también ellos permanecen débiles, y su sufrir, inútil.
6. Existe una ira que es virtud y valentía: fuerza concentrada y eficacia alerta, dirigida a lo necesario, que, con audacia y conocimiento, encara también lo duro y lo poderoso. Sin embargo, está libre de emoción. Si fuera necesario, también es capaz de hacerle daño al otro, sin miedo y sin estar enojado con él: agresión como energía pura. Esta ira es el fruto de una disciplina y un ejercicio de mucho tiempo; quien la tiene, sin embargo, la tiene sin esfuerzo. Su expresión es el actuar estratégico.
Fuente: Bert Hellinger en “Del Orden Nace La Plenitud”
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